El museo de arte moderno Reina Sofía fue en su día un lúgubre hospital de tuberculosos donde la muerte estaba casi más presente que la vida. Antes, fue un hospital edificado por mandato de Felipe II para que fueran a morir allí los mendigos de la ciudad. El hospital es obra de Francisco Sabatini en tiempo de Fernando VI y continuaba un proyecto del arquitecto Hermosilla en el que llegaron a pernoctar 18000 enfermos. Tanta muerte dejó mella en el lugar hasta su cierre en 1965. Tras 20 años de abandono fue recuperado por la Academia de San Fernando y puesto al servicio del Ministerio de Cultura. En la remodelación de 1982 ya aparecieron restos humanos, pero fue en la ampliación de 1990 cuando encontraron tres monjas momificadas en la capilla del antiguo hospital.
Desde la primera remodelación del lugar se produjeron un sinfín de anomalías y presencias de entes, como la de una persona mayor de pelo cano y larga barba que se sentaba en uno de los bancos del jardín o las voces y presencias que se desplazan por la famosa escalera del antiguo hospital. El sótano del museo es el lugar donde más fenómenos se suelen producir. Allí se enterraron durante siglos los cuerpos de mendigos, niños abandonados o gente con problemas mentales y durante la guerra civil se torturaba y enterraba a infelices soldados. Esto produce que muchos vigilantes de seguridad ni siquiera se plantean pasearse por allí de noche. En cada lugar hay olores, presencias y entidades que pasean como en sus tiempos de pacientes y un sinfín de historias que merecen un monográfico.
Yo he de decir que tenéis que visitarlo, es digno de visitarse, con o sin fantasmas.
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