sábado, 31 de mayo de 2014

La Serpiente en Esoterismo.


La mitología medieval ha presentado en varias ocasiones la serpiente como un híbrido (a menudo recuperado por la literatura fantástica), convirtiéndola en una figura muy similar al dragón. Serpientes famosas de las mitologías de la Antigüedad son el Apofis egipcio, el Quetzalcoatl precolombino o la Hidra griega, pero quizás el ejemplo que mejor ilustra este modelo sea la célebre Melusina, hada y mujer serpiente, ampliamente explotada por el cristianismo para designar la encarnación del mal. Así, Paracelso escribió:
Melusina era una ninfa poseída por el espíritu del maligno; conocía bien la brujería y participaba en sus rituales. Existía una superstición que pretendía que era transformada en serpiente todos los sábados: era el precio que tenía que pagar a Belcebú para que le ayudara a encontrar marido. Además, fue una ninfa de carne y hueso, pudo tener hijos y abandonó su aspecto para ir a vivir entre los hombres.
Sin embargo, la serpiente es, ante todo, el ladrón de la inmortalidad, y no sólo en la tradición cristiana. Por ejemplo, en la época babilonia de Gilgamesh, al héroe la serpiente le robó la planta de la vida.
En efecto, el simbolismo de la serpiente está vinculado a la idea misma de la vida: en árabe, la serpiente es al-hayyah, y la vida, al hay ai.

El significado esotérico de la serpiente
Además de los múltiples significados relacionados con el mal y el pecado, la serpiente también es el símbolo esotérico del conocimiento oculto. Este concepto se halla también en el emblema del Abraxas, entidad suprema que, en forma de una serpiente de cabeza resplandeciente, era señalada como el señor del conocimiento hermético.
En el siglo ll, la serpiente era situada en el centro de las tradiciones de culto que tendían a revalorizar la imagen del reptil maldito. Según Celsio, su ascenso por la pendiente de la recalificación es sostenida por la secta de los naasenos u ophitas:
Repudiaban al Dios del Antiguo Testamento y lo denominaban el Dios maldito, o el Dios que maldice. En un principio, la serpiente había concedido al hombre el conocimiento del bien y del mal, lo había iluminado. Para vengarse, el Creador la maldijo. [...] Después de amontonar panes en una mesa, mandó traer a la serpiente, a la que cuidaban como un animal sagrado. Al abrir la cesta, la serpiente se puso sobre la mesa, se contorsionó entre los panes y los transformó en Eucaristía. Luego los fragmentos de pan fueron distribuidos entre los comulgantes. Todos ellos besaron en la boca a la serpiente, que estaba domesticada por un encantamiento, y se postraron ante el animal sagrado. La comida sirvió para hacer que el Verbo estuviese presente en el cuerpo de la serpiente, que consagró los panes con su contacto y que, una vez consumidos, dio el beso de la paz y aportó a Dios las acciones de gracia de los fieles.

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